jueves, 26 de marzo de 2009

Oricios, el marisco de Gijón


Los cantábricos ni los prueban y si en Galicia se están recogiendo a gran escala, es exclusivamente para venderlos en Asturias porque para ellos no pasan de ser comida para pulpos. En el otro area de influencia francesa, en la costa brava catalana, los oricios también son príncipes con voz propia.


Tanto crudos como cocidos o gratinados, estos primitivos seres ocupan puesto de privilegio en las más distinguidas cartas de Cataluña.
Los oricios gratinados de El Dorado Petit y de El Bulli tienen merecida fama internacional y algunos pueblos de Gerona, sobre todo en la bahía de Rosas, presumen de tener los mejores ejemplares de la costa.
A pesar de ser de Villagarcía de Arosa, el genial Julio Camba nos contaba en su Casa de Lúculo:

El erizo es un extracto de mar, un hálito de borrascas, una esencia de tempestades. Al primero que uno se toma, la boca no se le hace simplemente agua: se le hace agua de mar con todos los olores y sabores marinos. Y después de tomarse quince o veinte docenas-porque el tomar ese marisco no es comer ni beber, sino respirar en pleno Océano- la langosta le sabrá a uno a galápago y las mejores almejas a neumático de automóvil”.

Conviene aclarar que Julio Camba era intimo amigo de D. Melquiades Alvarez con quien compartía frecuentemente mesa en su casa de Somió y sin duda fue antes de alguna de esas fabadas, que según él casi le cuestan la vida, cuando fue iniciado en el rito del oricio. Porque para comer oricios hay que respetar un cierto ceremonial.


Historia de una conserva

Pero tampoco hace falta jugarse la vida entre risco y risco para disfrutar de unos buenos ejemplares porque este es uno de esos pocos productos que en conserva son también deliciosos. La historia de su envasado surgió hace medio siglo cuando, trás una formidable marea, a la familia Barrio le trajeron un montón de sacos de oricios de excelente calidad. A D. Armando le dió pena tirarlos porque eran excelentes y ya que su oficio era el de conservero, pues hizo la prueba y meses más tarde comprobó como se mantenían en perfecto estado.

Durante cuarenta años mantuvo la tradición de embotar cada año unos cuantos sacos para familiares y amigos hasta que en el 89 tuvo que iniciar su comercialización porque ya le resultaba imposible mantener aquel secreto a voces y desde entonces el pomposamente llamado Caviar de Oricios, es una de las más emblemáticas conservas de élite de Asturias.

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